Vía y Chau

La luz se moría en una agonía lenta y desesperante. La estación sucia y caliente aún asustaba. De ningún lado salió el empuje y decantó el beso que había esperado sádica y pacientemente cientos de grados antes. Ya no era mi cara o yo mismo quien reía, eran mi boca y mi deseo.
El tiempo no se apiadó y siguió en su loca carrera contra su propio miedo a vivir. Y cómo si fuera poco, por la vía pasa el tren. Todo lo bueno del momento se va apenas frena por fin el armatoste aterrador..

Y otra vez la sucia estación, ahora con menos luz. El baldazo se reinventa y lo que arroja no es agua, es soledad. La misma de ayer.
Si los acontecimientos son musicalizados por algún de jota, sin duda Etiqueta Negra era el tema seleccionado para ese abandono del lugar y retorno a la morada.
De nuevo en el clima de mi lecho, dejo caerme en la tentación de confesarme. Me critico y prohíbo algo que seguramente no voy a cumplir. Cárceles Redondas me distraen en el arte y los cañonazos del cielo que ya se hacen oír ¡y ver! Con ellos, mi más sincero sueño de ser el heredero revive una vez más. Ruidos poco familiares, poco asimilables y arlequines de un alma conocida decoran la situación.
Entonces la punta de la birome lastima la hoja de papel esparciendo su sucia tinta como cualquier conquistador más. Pizarro – Faber Castell, lo mismo. De vuelta la risa y algo por allá abajo. Sí, la felicidad que se hace sentir, la felicidad de la confesión.